Gavino Bruno me pilló robando a mi jefe psicópata.
En lugar de delatarme, ese mafioso me metió en su regazo y me besó.
Gavino está guapísimo de muerte, con un elegante traje italiano.
Su corazón está envuelto en acero y sus emociones enjauladas en hierro, pero hay una calidez bajo el frío exterior, encerrada y oculta.
Ahora le debo la vida, y él va a hacer que le pague mi deuda.
Ansío ese tacto y esos labios, pero caer en su juego es un error.
Quiero despojarlo de su armadura y devolverlo al mundo.
Quiero que su calor me queme la piel y me produzca escalofríos.
Pero a veces, los monstruos están enjaulados por una razón.
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